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BEING OFF . BEING ON por ANA BARBERO

Al intentar percibir mi relación com mi otro yo tecnológico, múltiple, multifacético,  es decir, mi “yo virtual”, me viene a la mente que esto sólo es posible cuando dejo en parte fuera de mi una componente esencial del ser humano, la relación con mi yo orgánico y con los otros a través de mi cuerpo físico -being OFF-. El “yo virtual” ilimitado, heterogéneo, y reubicado continuamente, me lleva a construir una nueva identidad, diacrónica, híbrida, cuyo rastro es inmortal...

 

Del yo físico al yo virtual

Por una lado, mi identidad como individuo reside en mi memoria, en la capacidad de recordar datos, en el número de informaciones que soy capaz de registrar. Se construye a base de recuerdos y los recuerdos, a su vez, se reconstruyen a base de los olvidos.  El “yo virtual” en constante construcción permite un recorrido a través del ser uno en la red sin olvidos mientras el “yo físico”, recorre otros caminos, presenta una virtualidad física, en constante mutación, porque el tiempo a este lado es una constante efímera, donde “mi yo cuerpo”, contenedor primero de todas mis presencias, me recuerda que la carne envejece, se marchita...y mientras, “mi yo virtual” continua en su particular Olimpo sin tiempo...Su eternidad se encuentra en una dinámica de flujo constante inmanente a su propia identidad.

Así pues, la relación que establecemos com nosotros mismos cuando estamos conectados a la red, no deja de ser una paradoja atemporal-temporal, donde el tiempo se alía com el espacio, visual, acústico, virtual y real... Todo ello, unido a esos olvidos y a esas sensaciones que nos conducen a movernos por entre miles de recuerdos, datos e informaciones.  Es aquí donde debemos cuestionarnos sobre la esencia del lugar...Y, no conviene olvidar que la noción de espacio es una creación cultural irremediablemente vinculada con la idea de tiempo.

 

Relaciones diacronicas, binarias y atemporales

Ese lugar inmaterial es un no-lugar, un locus extendido y virtual que asume el papel protagonista y que llega a imponerse de tal manera que encontramos en él la cartografía de nuestros afectos. A este respecto parece relevante señalar aquí las teorías de Gaston Bachelard, cuando se cuestiona sobre los fenómenos psicológicos que condicionan nuestra relación con un lugar de elección. Se trata de definir y decidir “cómo habitamos nuestro espacio vital de acuerdo con todas las dialécticas de la 

vida, cómo nos enraizamos, de día en día, en un rincón del mundo”(Cf. Bachelard, 2000: 43). Algo que después recibirá el nombre de “topofilia” en la medida que algunos espacios, sobre todo aquellos relacionados con las regiones de la intimidad (como la casa), son designados por una “atracción”, una “filiación”, se enraízan en el inconsciente. 

 

Entenderlo así nos haría incorporar y buscar las formas para sentir bienestar, que es el estado ideal que generan estos espacios de intimidad, donde el “yo virtual” y el “yo físico” se complementan y se enredan. Bachelard habla a este respecto de los valores de albergue o los “valores del espacio habitado”, que llevan como esencia la noción de casa como espacio físico de preferencia (Cf. Op. cit.:35) y por esta razón siempre que el hombre encuentra el “menor albergue”, la imaginación trabaja para devolverle a su espacio de intimidad: “la casa natal [como espacio de la intimidad] está físicamente inscrita en nosotros. Es un grupo de costumbres orgánicas” (Op. Cit.45). 

Pero ahora, nos parece a nosotros que la casa, aún siendo el lugar donde retornar, se ve desplazada por un nuevo medio, un portal que abre las puertas a un mundo entero...

 

La cuestión aquí, es entender de qué forma mi “yo virtual” y “mi yo físico” se relacionan en este nuevo universo. Sin duda, esa relación se estrecha al encontrar objetos pretendidamente conocidos. En la net, nuestra presencia no ubicua, pero real, se vincula com un espacio abierto, rápido, impersonal, de encuentros y desencuentros. Por el contrario, el espacio físico en el que nos movemos e incluso el espacio que ocupamos en él, está delimitado, construido, y sin embargo, como decimos, es también un espacio de relaciones, un lugar de y para la memoria y un centro para la experiencia que  sólo puede ser entendido en su totalidad, si percibimos las formas en las que el hombre actúa sobre él, dándole forma, experimentándolo, habitándolo. Es cierto, hay lugares  y no lugares virtuales y reales donde nos sentimos bien, donde esa noción de espacio y tiempo de la que hablábamos se diluyen, dejando apenas el espacio para los recuerdos...y los olvidos.  

 

Por todo lo anterior, la pregunta que nos hacemos al respecto de esa relación cronobiocultural, virtual y real, temporal-atemporal, que se establece entre el “yo físico” y el “yo virtual”, es si será posible generar esos valores que produzcan la atracción suficiente como para filiarnos a un espacio virtual, y si esto fuese así, quedaría por responder a las preguntas sobre las formas que hacen posible establecer esas raíces que nos vinculen y nos hagan sentir apego a esos espacios desde su interpretación como lugares de atracción. ¿De qué formas nos vinculamos a esos espacios, y como sentimos esos anclajes a los objetos virtuales que en ellos encontramos, esa unión, que al final, se traduce en el reflejo de una identidad?¿Será el espacio virtual un espacio cerrado de intimidad aún 

considerando su carácter público y escénico?

 

¿Será ese otro sitio entretejido por los ceros y unos de una combinación binaria “El Lugar” donde finalmente encontramos nuestra conexión a ese universo infinito que se abre ante nosotros, será ese lugar capaz de equiparse al lugar de nuestros afectos? -being ON-

  

 Ana Barbero, Salamanca, 2013

  

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Bachelar, G.  (1957): La poétique de l´espace, Paris: Presses Universitaires de France,  (trad. es por Ernestina de Champourcin, en Gaston Bachelar, La Poética del Espacio, Madrid: Fondo de Cultura Económica,2000, 3ª edic.).

CASTELLS, M. (1997): The Information Age: Economy, Society and Culture. Vol. I: The Rise of The Network Society, Cambridge, Massachusets: Blackwell Publishers Inc. (trad. es por Carmen Martínez en Manuell Castells, La Era de la Información. Economía, Sociedad y Cultura. Vol. 1,  Madrid: Alianza Editorial, 1997). 

BIBLIOGRAFÍA

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Cavell, R. (2003): McLuhan in Space. A Cultural Geography, Toronto: Toronto University Press.

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McLuhan, H. M. (1996): Comprender los medios de comunicación. Las extensiones del ser humano, Barcelona: Paidós.

McLuhan, H. M. (2005): La aldea global, Barcelona: Gedisa. Turkle, S.

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